lunes, 6 de febrero de 2017

10 cosas que no sabías sobre Rubén Darío

Rubén Darío nació el 18 de enero de 1867 y murió el 6 de febrero de 1916. Y aunque su vida es muy conocida, le contamos 10 datos que pocos saben sobre él.
15/01/2017
Rubén Darío

Rubén Darío nació el 18 de enero de 1867 y murió el 6 de febrero de 1916. Y aunque su vida y obra son mundialmente conocidas, le contamos 10 datos curiosos que quizás no sabía del bardo.
1. Suicidio. Según el periodista cubano Ciro Bianchi, en 1910, durante una crisis alcohólica, Rubén Darío intentó lanzarse desde el balcón de un hotel, pero el poeta dominicano Osvaldo Bazil y un empleado forcejearon con él y lo arrastraron a la cama, donde continuó bebiendo whisky.
2. Homosexualidad. Existen muchos rumores, aún sin confirmar, de que Rubén Darío sostuvo una relación homosexual con el poeta mexicano Amado Nervo.
3. Paternidad. El escritor Francisco Ernesto Martínez, basado en documentos e investigaciones, pone en duda que Rubén Darío sea hijo de Manuel García y dice que es posible que el padre sea el coronel José Aurelio Avilés Montenegro, novio de Rosa Sarmiento, madre del poeta.
4. Vago. En 1884 fue condenado por dedicarse ociosamente a escribir versos, o sea, por vagancia. Y si no pagaba ocho pesos debía pasar ocho días barriendo las calles de León o realizando obras de ornato en el cementerio.
5. Payaso. Cuando tenía unos 13 años se enamoró de una trapecista del circo y cuando esta se fue quiso irse con ella, así que audicionó para ser payaso, pero no pasó al prueba.
6. Cerebro. Cuando murió, algunos parientes cercanos se disputaron su cerebro. Hubo un momento en que no se sabía ni dónde estaba. Cuando lo recuperaron terminó en la estación policial hasta que el presidente de la República intervino y decidió dárselo a su viuda, Rosario Murillo. También le sacaron las vísceras y las enterraron en el Cementerio de Guadalupe, León.
7. Fantasmas. Durante su agonía tuvo cambios de humor bruscos. A veces estaba amable pero luego se quejaba de la comida, de los médicos, decía cosas hirientes a sus amigos. También empezó a alucinar y a ver fantasmas en la habitación.
8. Sastre. Cuando el coronel Félix Ramírez Madreguil, padre de crianza de Darío, murió, la economía del hogar empezó a declinar y pensaron en poner al poeta como aprendiz de sastre.
9. Apodos. Durante su relación con Francisca Sánchez, ella lo llamaba “Tatay” y ambos se decían “conejo” y “coneja”.
10. Hermana. Darío tuvo una sola hermana llamada Cándida Rosa, pero murió a los pocos días de nacida.

Rubén Darío: un maestro de arte y belleza en Hispanoamérica

04/02/2017
El poeta Rubén Darío junto a sus amigos, los intelectuales catalanes, en 1912. LA PRENSA/ARCHIVO
El poeta Rubén Darío junto a sus amigos, los intelectuales catalanes, en 1912. LA PRENSA/ARCHIVO
Los críticos coinciden en atribuirle a Rubén un extraordinario magisterio estético, cuya influencia se advierte no solo entre sus contemporáneos sino también en las generaciones que le sucedieron.
Rubén fue un maestro de arte y belleza, forjador de una nueva estética para el idioma en cuyas fuentes siempre abrevan con provecho los hombres y mujeres consagrados al duro oficio de escribir.
El profesor Edelberto Torres afirma, con acierto, que “el atributo de educador nadie se lo negará a Rubén Darío, si educar se entiende como el ejercicio de influencias estimulantes del desarrollo espiritual”.
En su brillante ensayo Vigencia de Rubén Darío, Guillermo de Torre se pregunta: “¿Existe una teoría estética definida, orgánica, en Rubén Darío?” “No —se responde a sí mismo el eminente crítico— solo se halla de modo implícito, fragmentario, y tendría un resultado muy aleatorio intentar su articulación sistemática”.
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Y es que Darío jamás se propuso escribir un manifiesto literario. Más bien, en diferentes oportunidades, expresó claramente su voluntad de no hacerlo.
En las palabras liminares de Prosas Profanas (1896), Rubén nos dice: Después de Azul…, después de Los Raros, voces insinuantes, buena y mala intención, entusiasmo sonoro y envidia subterránea —toda bella cosecha—, solicitaron lo que, en conciencia, no he creído fructuoso ni oportuno; un manifiesto”.
Y luego de las razones por las cuales un manifiesto suyo no sería ni fructuoso ni oportuno:
A. la absoluta falta de elevación mental de la mayoría pensante de nuestro continente (profesores, académicos, periodistas, abogados, poetas y rastacueros).
B. la falta de madurez que él percibe en la obra de los nuevos valores literarios de América, donde los mejores talentos estaban aún, según dice, en el limbo de un completo desconocimiento del mismo arte a que se consagraban.
C. (la razón más importante) “Porque proclamando, como proclamo, una estética acrática, la imposición de un modelo o de un código implicaría una contradicción”.
Más adelante agrega: “Mi literatura es mía en mi quien siga servilmente mis huellas perderá su tesoro personal y, paje o esclavo, no podrá ocultar sello o librea. Wagner, a Austria Holmes, su discípula, dijo un día: ‘Lo primero, no imitar a nadie, y sobre todo, a mí’. Gran decir”.

La nobleza del arte

Luego, en el breve prefacio de sus Cantos de vida y esperanza (1905), reitera estos conceptos y asegura que su “respeto por la aristocracia del pensamiento, por la nobleza del arte, siempre es el mismo. Mi antiguo aborrecimiento a la mediocridad, a la mulatez intelectual, a la chatura estética, apenas si se aminora hoy con una razonada indiferencia”.
Más importante, en cuanto a la precisión de las ideas estéticas de Rubén, es el extenso proemio que insertó en su libro El canto errante (1907), dedicado “a los nuevos poetas de las Españas”.
El texto de este proemio es realmente el mismo del extenso artículo que Rubén escribió para Los Lunes de El Imparcial, de Madrid, en respuesta a la invitación que se le hiciera para exponer sus ideas en relación con el arte y literatura.
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Este texto se intituló primero Dilucidaciones, pasando luego a constituir el proemio de El canto errante.
Edelberto Torres, a cuya autoridad tantas veces hemos acudido, califica este proemio como el “credo poético” de Rubén Darío, “la definición de su actitud y de su misión”. “Estas dilucidaciones —agrega don Edelberto—, son la exposición más completa que (Darío) ha hecho de sus ideas sobre los asuntos que más le atañen, incluso, por tanto, la forma poética”.

La nueva estética

Si bien es cierto que la aportación teórica de Rubén Darío, en cuanto a la formulación de una nueva estética, no es muy abundante, porque él mismo se negó a hacerlo, con todo, de sus escritos es posible extraer conceptos claros al respecto, aunque es obvio que el magisterio estético de Rubén está en su propia obra más que en los prólogos de sus libros que, en el mejor de los casos, como nos advierte Guillermo de Torre, constituyen “una explicación marginal de su propia obra, sin adentrarse a fondo en la mutación de la lírica española e hispanoamericana experimentada durante su tiempo y, en buena parte, por su influjo”.
Los dos escritos donde Rubén fue más explícito acerca de su creación poética son: el antes mencionado proemio de El canto errante y el artículo publicado, varios años atrás (1896) en La Nación de Buenos Aires, bajo el título Los colores del estandarte, en respuesta a los comentarios que Paul Groussac escribió en su revista La Biblioteca sobre Los Raros y Prosas Profanas.

Razones del poeta

En Los colores del estandarte Darío confiesa que su sueño era “escribir en lengua francesa”… “Al penetrar en ciertos secretos de armonía, de matiz, de sugestión, que hay en la lengua francesa, fue mi pensamiento descubrirlos en el español, o aplicarlos”…
De su libro Azul… destaca, como aportes el “cuento parisiense”, la adjetivación francesa, el giro galo y los ecos de Goncourt, Catulle Mendés, Heredia y Coppée.
Luego, y los más importantes, Darío da una de las pocas definiciones que ensayó sobre su poética: “La poética nuestra, dice, se basa en la melodía; …el capricho rítmico es personal.
El verso libre francés, hoy adaptado por los modernos a todos los idiomas e iniciado por Whitman, principalmente, está sujeto a la ‘melodía’. Aquí llegamos a Wagner” “…Un poco más explícito, en las palabras liminares de Prosas Profanas, Darío se refiere a la cuestión métrica y el ritmo: “Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía ideal. La música es solo de la idea, muchas veces”.
En el proemio de El canto errante Darío comienza por responder a la proposición, surgida en las discusiones del Ateneo de Madrid con motivo del auge del versolibrismo, acerca de “si la forma poética está llamada a desaparecer”, si se identifica la poesía únicamente con la forma poética métrica:
“La forma poética, es decir, la de la rosada rosa, la de la cola de pavo real, la de los lindos ojos y frescos labios de las sabrosas mozas, no desaparece bajo la gracia del sol”… “No.La forma poética no está llamada a desaparecer, antes bien, a extenderse, a modificarse, a seguir su desenvolvimiento en el eterno ritmo de los siglos.
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Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía, dijo uno de los puros. Siempre habrá poesía, y siempre habrá poetas. Lo que siempre faltará será la abundancia de los comprendedores”… “No gusto de moldes nuevos ni viejos… Mi verso ha nacido siempre con su cuerpo y alma, y no le he aplicado ninguna clase de ortopedia.
He, sí, cantado aires antiguos; y he querido ir hacia el porvenir, siempre bajo el divino imperio de la música —música de las ideas, música del verbo—”…
“Los pensamientos e intenciones de un poeta son estética”, dice un buen escritor. “Que me place. Pienso que el don de arte es aquel que de modo superior hace que nos reconozcamos íntima y exteriormente ante la vida.
El poeta tiene la visión directa e introspectiva de la vida y una supervisión que va más allá de lo que está sujeto a las leyes del general conocimiento”. “Jamás he manifestado el culto exclusivo de la palabra por la palabra”… “Las palabras —escribe el señor Ortega y Gasset—, cuyos pensares me halagan, son logaritmos de las cosas, imágenes, ideas y sentimientos, y, por tanto, solo pueden emplearse como signos de valores, nunca como valores”.

El canto errante

Y aunque Darío no se lo haya propuesto, a él le correspondió, por la influencia de su obra, encabezar el movimiento literario conocido como Modernismo, el más importante movimiento de liberación verbal e independencia cultural que hasta ahora ha producido Hispanoamérica.
Sin embargo, Darío tuvo plena conciencia de su liderazgo, pues en varias oportunidades así lo reconoció. En el prefacio de Cantos de Vida y Esperanza dice claramente: “El movimiento de libertad que me tocó iniciar en América, se propagó hasta España, y tanto aquí como allá, el triunfo está logrado”.
Y en el proemio de El canto errante dice: “El movimiento que en buena parte de las flamantes letras españolas me tocó iniciar, a pesar de mi condición de meteco, echada en cara de cuando en cuando por escritores poco avisados”.

domingo, 31 de enero de 2016

Retrato hablado: Rubén Darío, el maestro mágico




El próximo sábado se cumple el 

Hace un siglo, en 1916, fallece Rubén Darío en el municipio de León, en su natal Nicaragua. Desde España, el cronista Mariano de Cavia, acaso el más fiel y antiguo de sus amigos, le dedica su columna de El imparcial, donde el periodista perfila, estrangulado por el sentimiento y con una prosa bellamente elegíaca, la postrera imagen del poeta: “A los cuarenta y nueve años de edad ha expirado el gran Rubén Darío, víctima de su vida pródiga, de su poesía y de su ajenjo”.
Curiosamente, los autores que más o menos proceden directamente de su paternidad lírica no se reúnen en coro para recordarlo. El silencio es tan extraño como agraviante. Ni siquiera Juan Ramón Jiménez —“el exquisito poeta, el nefelibata”, como lo había descrito el mismo Darío— asoma con su lira por ninguna parte. Al revés de lo que podría esperarse, surge un enjambre de infamantes. El crítico Andrés González Blanco —cuyos artículos atravesados de citas políglotas emboban a la grey literaria del momento— prorrumpe en garrafales exabruptos contra los versos de Darío: “Sus estrofas te arcabucean la retina, te dejan ciego y te arrebatan el pendón”. Una imprevista caterva de poetas sublevados —que descubren vacío el sitial del padre del modernismo y, claro, aspiran a ocuparlo— aprovechan la ocasión para salir a blasfemar: “Rubén era un chiflado, quería volvernos locos a todos. Yo, la verdad, no he leído Azul”, se ufana el madrigalista Xavier Bóveda, con su endémica garrulería de conferenciante.
Francisco Villaespesa —el gran difusor del modernismo hispanoamericano— y Ramón del Valle Inclán —el patriarca de todos los Ramones, como lo bautizara precisamente su tocayo Ramón J. Sender—, se unen al inexplicable mutismo y dejan que los poetas jóvenes, casi todos incoloros y clandestinos, escarnezcan a sus anchas la obra y vida del poeta nicaragüense.
Que plumas anodinas como la del bohemio guatemalteco Enrique Gómez Carrillo declaren que Darío “fue un corruptor de la juventud”, o que Miguel de Unamuno —en uno de sus habituales arranques de cascarrabias— se anime a calificarlo de indio a quien “se le ven las plumas debajo del sombrero”, hasta cierto punto es comprensible. A muchos el pasmoso edificio que Darío construyó con su obra literaria los consumía de envidia.
Sin embargo, lo que ya culmina por alarmar es cuando poetas de auténtico mérito, como Vicente Huidobro o Luis Cernuda, comienzan a difundir, por aquí y por allá, una repulsiva caricatura de Darío. “No pasó de ser un anticuado; en cambio, yo he descubierto el cubismo literario antes que Picasso el cubismo pictórico…”, declara el autor chileno con una inquina que, por lo donoso, se diluye en el humorismo.
Pero Cernuda, quien, además, es un ensayista más cerebral, va más lejos que todos e, incluso, tal vez sea quien haya firmado el retrato más ingrato y corrosivo sobre el autor de los Cantos de vida y esperanza: “Estaba presto a entregar su oro nativo a cambio de cualquier baratija brillante que le entregaran.”
En el prólogo a Azul, Juan Valera, aunque había encomiado el gallardo estilo de los versos y las prosas que componen el poemario, no dejaba de acusarlo de tener cierto “galicismo mental”. No será hasta dos años después de su muerte, en 1918, cuando Rufino Blanco-Fombona ofrezca su tardío responso bajo el título de La ofrenda de España a Rubén Darío, que recoge el llanto órfico de los poetas que decían venerar al maestro mágico, y cuyas jaculatorias son una ristra de siemprevivas sobre la memoria del autor de La canción de otoño en primavera, pero que, infelizmente, fueron incapaces de afrontar, cuando menos oportunamente, los ultrajes que la testaruda legión de malquerientes ha ido colocando, desde hace un siglo, sobre su tumba.
Desaire mexicano
Por otro lado, el encuentro de Darío con México tampoco estuvo exento de sinsabores. En 1910, cuando triunfa la llamada Revolución de la Costa Atlántica y un nuevo gobierno conducido por el golpista José Madriz toma el control de la política, el poeta es nombrado Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, en misión especial, en México, con motivo de las fiestas del Centenario de la Independencia. Entusiasmado, Darío se embarca en un vapor hacia Veracruz.
Después de tantos proyectos diferidos, al fin podrá conocer la tierra de su admirado Salvador Díaz Mirón, “el poeta amante de la Libertad”, “cantor de Víctor Hugo y de Lord Byron”. Al tocar puerto, tanto en barcos decorados como en las calles aledañas al malecón, una gran multitud surge para ofrecerle vivas a Nicaragua y mueras a Estados Unidos. El encargado de recibirlo es nada más ni nada menos que Amado Nervo, quien le comunica que, sin importar los trances ni los apremios políticos, será recibido como huésped de honor de la nación. Su misión ante el gobierno mexicano, más allá de las cortesías políticas internacionales —le asegura Nervo—, “está fuera de las pasiones políticas que agitan en este momento Nicaragua”.
En resumen: “No tiene nada de qué preocuparse”. No obstante, en un gesto que a Darío le parece sorpresivo, Nervo le pide que, por el momento, no es conveniente que viaje a la capital. En todo caso, deberá esperar instrucciones precisas del ministro de Instrucción Pública, Justo Sierra, a quien, hasta entonces, el modernista tiene por gran amigo. Lo que aturde todavía más a Darío es que, por alguna razón, Sierra ni siquiera tiene la deferencia de aparecer para hablar directamente con él. De hecho, por toda recepción, un enviado llega con una carta del ministro que contiene la misma petición: que posponga su viaje a la capital.
El desconcierto del poeta es tan grande que en La vida de Rubén Darío, escrita por él mismo, califica la situación de “mefítica”. Con algunos contratiempos, Darío sólo alcanza a visitar Jalapa, donde una comitiva de niñas oriundas e indígenas recitan sus poemas y le obsequian adornos florales. De regreso al puerto de Veracruz, y a manera de despedida, un grupo de estudiantes y declamadores celebraron una velada en su honor. Mientras tanto, al saber que los absurdos candados de la diplomacia le impiden llegar a la capital de la República, una fogosa muchedumbre de estudiantes lleva a cabo una manifestación que concluye con el apedreo de la casa de Porfirio Díaz, “el viejo cesáreo que había imperado durante treinta años”, en palabras del autor de El salmo de la pluma.
Eso aparte, Darío jamás conseguirá saludar a Díaz Mirón, quien, en ese momento, se encuentra varado en la capital. Desairado y ya sin demasiadas manifestaciones de simpatía (“no tuve ni una sola tarjeta de mis amigos oficiales”), regresa a La Habana carente de fondos. Únicamente el general Bernardo Reyes
—padre de su “siempre mejor amigo Alfonso Reyes”—, será quien, desde México, le envíe un giro por cable para que pueda retornar a París.
 A un siglo de su muerte, la obra de Rubén Darío no sólo ha sepultado el agravio de sus antagonistas sino que, además, su arte ha triunfado y lo ha elevado como el auténtico “maestro mágico” que le dio su acento olímpico y encantador a la “siringa agreste”.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Cronologia basica de Ruben Dario.

En el marco del encuentro internacional: Rubén Darío en el Centenario de su muerte, que se desarrollará del 1ro al 4 de diciembre de 2015, ofrezco unos datos básicos acerca de la vida de Darío y algunas de sus fotografías poco conocidas. No está de más señalar que al evento vendrán ocho estudiosos procedentes del extranjero: Rocío Pérez de Tudela (de España), Antonio Paredes (de México), Rodrigo Caresani (de Argentina), Armando Vargas Araya (de Costa Rica), más los nicaragüenses Nicasio Urbina, María Augusta Montealegre y Roberto Carlos Pérez (de los Estados Unidos).
Esta convocatoria académica constará de cinco conferencias magistrales y de quince ponencias, especializadas e inéditas, distribuidas en tres mesas de trabajo: “Aspectos biográficos”, “Presencias e influencias” y “Crítica e interpretación”, coordinadas respectivamente por Francisco Xavier Bautista Lara, Isolda Rodríguez Rosales y Jorge Eduardo Arellano, secretario académico. 

Rostro de Darío (anónimo español). Cortesía / ENDPrimer periodo C.A.

1867: Nace en Metapa, villorrio del departamento de Matagalpa (18 de enero), actualmente Ciudad Darío. Es bautizado en León (3 de marzo).
1870: Tiene tres años de edad y ya ha aprendido a leer.
1878: Frecuenta a los jesuitas en la iglesia de La Recolección. 
1879: Escribe su primer poema conocido: el soneto “La fe” (enero).
1880: José Dolores Gámez difunde en El Termómetro, semanario de Rivas, su poema “Una lágrima”. Imitación de Palma. También colabora en El Ensayo y La Verdad, revistas de León.
1881: Asiste al acto inaugural del Instituto Nacional de Occidente (6 de marzo). Reúne sus textos dispersos bajo el título de “Poesías y Artículos en prosa” (julio).
1882: Lee en Managua, en un acto oficial del Congreso, sus cien  décimas (mil versos) “El libro” (17 de enero). Viaja a El Salvador (agosto). Conoce a Francisco Gavidia.
1883: Elabora y lee en público su obra “Al libertador Bolívar” (julio). Regresa a Nicaragua e inicia amoríos con Rosario Murillo Rivas.
1884: Labora en la Biblioteca Nacional.
1885: Entrega a la Tipografía Nacional su primer libro Epístolas y poemas.

Periodo chileno

1886: A causa de “la mayor desilusión que pueda sentir un hombre enamorado”, se embarca con destino a Chile (junio). Arriba a Valparaíso (24 de julio). Se traslada a Santiago (agosto). Comienza a relacionarse con Pedro de Balmaceda Toro, hijo del presidente.
1887: Es nombrado Inspector de la Aduana de Valparaíso. Publica Abrojos. Su “Canto épico a las glorias de Chile” obtiene el primer premio en el certamen Varela.
1888: Aparece en Valparaíso Azul…: colección de cuentos, poemas en prosa y poemas.
1889: Colabora por primera vez en La Nación, diario de Buenos Aires (febrero). Retorna a Nicaragua (marzo). Dos meses después viaja a El Salvador, donde funda y dirige el diario La Unión.

Segundo periodo C.A.Darío en Managua (1908). Cortesía / END

1890: Concluye la biografía de su amigo chileno Balmaceda Toro: A de Gilbert (1° de enero). Contrae matrimonio civil con Rafaela Contreras (21 de junio). Al día siguiente, el asesinato de su protector, el presidente Francisco Menéndez, lo obliga partir a Guatemala. Allí publica, aumentada y con notas, la segunda edición de Azul… (20 de octubre). Funda y dirige otro diario: El Correo de la Tarde.
1891: Se casa por la iglesia con Rafaela Contreras en la ciudad de Escuintla (11 de febrero). Se embarca para Costa Rica (agosto). En San José nace su primogénito Rubén Darío Contreras (12 de noviembre).
1892: Regresa solo a Guatemala (15 de mayo). El Gobierno de Nicaragua lo nombra secretario de la delegación que asistirá a España a las conmemoraciones del cuarto centenario del descubrimiento de América (25 de mayo). En Madrid se codea con diversos escritores. Retorna, con escala en la Habana y Cartagena de Indias, a su patria (noviembre).
1893: Fallece en San Salvador Rafaela Contreras (26 de enero). Se casa con Rosario Murillo (8 de marzo). Parte de nuevo solo a Nueva York, donde se encuentra con José Martí (mayo). Se embarca a Francia (7 de julio). En París alterna con varios poetas y conoce a Verlaine. Arriba a Buenos Aires, Argentina, como cónsul de Colombia (13 de agosto).

Periodo argentino

1894: Edita la Revista de América (agosto, septiembre, octubre).
1895: Visita la isla Martín García, en el Río de la Plata; allí compone Marcha triunfal (mayo). La suspensión del consulado de Colombia (octubre) le obliga a vivir del periodismo.
1896: Aparecen en Buenos Aires Los Raros (12 de octubre) y Prosas profanas (noviembre). Es nombrado Secretario de la Dirección General de Correos.
1897: Comienza a publicar en La Biblioteca su novela El hombre de oro.
1898: Reacciona ante la guerra entre Estados Unidos y España condenado a la primera potencia en su ensayo “El triunfo de Calibán” (20 de mayo). Es enviado por La Nación a España para informar sobre la situación de este país tras la derrota (8 de diciembre).

Etapa europea o cosmopolitaDarío en Madrid (1892). Cortesía / END

1899: Después de unos días en Barcelona llega a Madrid (4 de enero). Conoce a Francisca Sánchez, de origen campesino de la provincia de Ávila, con quien vivirá maritalmente (mayo).
1900: Se traslada a París para informar de la Exposición Universal. Envía su primera crónica a La Nación (20 de abril). Viaja a Italia (septiembre). En Madrid nace su hija Carmen (mayo), quien habría de morir al año siguiente.
1901: Publica los volúmenes de crónicas España contemporánea y Peregrinaciones, ambas en la editorial de la Viuda de Ch. Bouret, París.
1902: En París conoce a Antonio Machado y aparece La caravana pasa.
1903: El gobierno de Nicaragua lo nombra cónsul en París (12 de marzo). Nace el primer Rubén Darío Sánchez, quien morirá en 1905 de bronconeumonía.
1904: Visita Gibraltar y Marruecos, el sur de España, Italia, Alemania, Austria y Hungría. Aparece Tierras solares.
1905: Regresa a España y publica Cantos de vida y esperanza (junio).
1906: Es nombrado secretario de la delegación de Nicaragua a la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro (mayo). Publica Opiniones y se instala en Mallorca, isla del Mediterráneo, donde escribirá La isla de oro.
1907: Nace el segundo Rubén Darío Sánchez, “Güicho” (octubre). Llega a Nicaragua (24 de noviembre). Intenta divorciarse de Rosario Murillo, sin lograrlo y es nombrado Ministro residente en España (21 de diciembre).
1908: Presenta credenciales en Madrid ante el rey Alfonso XIII (2 de junio).
1909: Publica Poemas del otoño y otros poemas. También escribe el “Canto a la Argentina”.
1910: Es designado para representar a Nicaragua en las fiestas del centenario de México. Una revolución en Nicaragua le impide llegar a la capital mexicana y se queda en Veracruz como huésped de honor. Regresa a Europa con escala en La Habana
1911: Comienza a dirigir en París Mundial Magazine (mayo). Viaja a Hamburgo. Publica Letras.
1912: Realiza viaje publicitario (Barcelona, Lisboa, Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires) para la revista Mundial (abril-noviembre).
1913: Pasa otra temporada en Mallorca. Allí escribe su novela El oro de Mallorca. Marcha a Barcelona (27 de noviembre).
1914: Publica Canto a la Argentina y otros poemas y Muy siglo XVIII, primer tomo de su antología personal, en la Biblioteca Corona, de Madrid. Aparece en París el último número de Mundial Magazine (agosto), dirigido por él desde mayo de 1911. Ante la primera guerra mundial, inicia gira pacifista por América acompañado por Alejandro Bermúdez. Partiendo de Barcelona (25 de octubre), arriban a Nueva York (21 de noviembre). 
1915: Es incorporado como miembro de la Hispanic Society of America, de Nueva York (20 de enero). En la Universidad de Columbia lee su último gran poema: “Pax” (4 de febrero). Tras otros reconocimientos, se enferma de pulmonía doble y es internado en el French Hospital. Por invitación del presidente de Guatemala, Manuel Estrada Cabrera, llega a la capital de ese país (20 de abril). Allí residirá siete meses. Aparece en Barcelona La vida de Rubén Darío escrita por él mismo. Rosario Murillo viaja de Nicaragua para regresar con él a la patria.

Días preagónicos en Nicaragua y muerte

1916: En casa de su cuñado Andrés Murillo, en Managua --donde su estado de salud empeora-- pasa la navidad y regresa a León (7 de enero). Es intervenido quirúrgicamente al día siguiente. El obispo Simón Pereira y Castellón le administra la extremaunción (10 de enero) y el 31 dicta su testamento. Es operado de nuevo (2 de febrero). Agoniza el 5 y fallece a las 10:15 de la noche (6 de febrero). Sus funerales duran una semana. La Iglesia decreta para él honras fúnebres de príncipe y el gobierno de ministro de Guerra. Al fin, el domingo 13 de febrero es sepultado al pie de la estatua de San Pablo, en la catedral de León.
  • 1 semana dura el funeral del Principe de las Letras Castellanas Rubén Darío.

sábado, 19 de abril de 2014

Las mejores frases de Gabriel García Márquez


La muerte de Gabriel García Márquez no ha hecho más que vitalizar y viralizar el repertorio mágico de anécdotas, frases, discursos y textos del prodigioso escritor colombiano a lo largo de su vida.
En su honor recopilamos algunas de las mejores frases del “inmortal” Gabo:
Dicen que yo he inventado el realismo mágico, pero solo soy el notario de la realidad. Incluso hay cosas reales que tengo que desechar porque sé que no se pueden creer. En el Boletín cultural n.º 158. Madrid, 1995.
La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener. En 13 líneas para vivir.
Es inútil que siga rezando. Hasta Dios se va de vacaciones en agosto. En Diecisiete ingleses envenenados.
La música me ha gustado más que la literatura. En Juventud rebelde, La Habana, 1988.
La primera condición del realismo mágico, como su nombre lo indica, es que sea un hecho rigurosamente cierto que, sin embargo, parece fantástico. En Reforma, México, 2000.
Hay que ser infiel, pero nunca desleal, de El coronel no tiene quien le escriba.
Lo único que me duele de morir, es que no sea de amor. De El amor en los tiempos del cólera.
La calidad de la noticia se ha perdido por culpa de la competencia, la rapidez y la magnificación de la primicia. A veces se olvida que la mejor noticia no es la que se da primero, sino la que mejor se da. En Semanario "Radar", Argentina, 1997.
- El primer síntoma de la vejez es que uno empieza a parecerse a su padre, de Memoria de mis putas tristes.
Nunca me he cansado de decir que ‘Cien años de soledad’ no es más que un vallenato de trescientas cincuenta páginas. Citada en el libro ‘El mundo según Gabriel García Márquez’.
El día que la mierda tenga algún valor, los pobres nacerán sin culo. De El otoño del patriarca.
Llevo conspirando por la paz en Colombia casi desde que nací. En El País, La Habana, 2005.
El periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad.- Asamblea de la SIP, 7 de octubre de 1996.
La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla. Epígrafe de sus memorias Vivir para contarla.
La novela es como el matrimonio: se le puede ir arreglando todos los días... Y el cuento es como el amor: si no sirvió, no se puede arreglar. Al publicar Crónica de una muerte anunciada.
América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas. Discurso en la entrega del premio  nobel de literatura en Suecia.
Toda buena novela es una adivinanza del mundo. En la Revista Nacional de Cultura.
Sería ideal que un niño dedicara parte de su fin de semana a leer un libro hasta donde pueda y hasta donde le guste -que es la única condición para leer un libro-, pero es criminal, para él mismo y para el libro, que lo lea a la fuerza en sus horas de juego y con la angustia de las otras tareas. De Manual para ser un niño.
Un buen escritor puede ganar buen dinero. Sobre todo si trabaja con el gobierno. De Vivir para contarla.
La ética debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón. Asamblea de la SIP, 7 de octubre de 1996.
El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad. De Cien años de soledad.
No hay anuncios de cometas ni eclipses, que yo sepa, ni tenemos culpas tan grandes como para que Dios se ocupe de nosotros. Del amor y otros demonios